¿Sabías que las columnas de la calle Rábida guardan secretos milenarios?
Sevilla es mucho más que una ciudad; es un mosaico de historias, culturas y tradiciones que se entrelazan a lo largo de los siglos. Pasear por sus calles es como recorrer las páginas de un libro de historia viva, donde cada detalle, por pequeño que sea, es un recordatorio de su pasado glorioso y su evolución constante. En cada esquina, en cada plaza, la ciudad nos invita a redescubrir su legado. Uno de esos tesoros ocultos que pasan fácilmente desapercibidos son las columnas de la calle Rábida, vestigios de una Sevilla milenaria que guardan consigo secretos de tiempos remotos.
Estas imponentes columnas no son simplemente adornos arquitectónicos; son testigos mudos de la época en la que Sevilla formaba parte del vasto Imperio Romano. Hechas de piedra, estas columnas han resistido el paso del tiempo, sobreviviendo a los cambios, a la modernización, e incluso a la demolición de edificios que una vez las acompañaron. Se mantienen en pie como un testimonio vivo del glorioso pasado de Sevilla, de sus múltiples transformaciones y de su capacidad para conservar retazos de su historia más antigua.
Las huellas de una iglesia milenaria
Las columnas de la calle Rábida no son simples piezas arqueológicas; puesto que estuvieron alguna vez integradas en la estructura de la antigua iglesia de Santa Cruz. Esta iglesia fue levantada en el lugar donde se encontraba una sinagoga, hasta que la tragedia del pogromo de 1391 sacudió a la comunidad judía de Sevilla. Con la expulsión y la transformación religiosa que sobrevino, lo que alguna vez fue un espacio sagrado para los judíos de la ciudad se convirtió en un templo cristiano, que con los siglos también desapareció. Durante la invasión napoleónica, en el siglo XIX, la iglesia fue finalmente demolida, pero sus reliquias, como las columnas, sobrevivieron al paso del tiempo.
Cada una de esas columnas conserva una parte de esa memoria histórica, de las sucesivas transformaciones religiosas y culturales de la ciudad. Son, en cierto modo, testigos de la coexistencia y el conflicto de civilizaciones, religiones y formas de vida que han marcado profundamente el carácter de Sevilla a lo largo de los siglos.
El destino de las columnas tras el derribo
Tras la demolición de la iglesia, las columnas quedaron en el olvido durante años. Sin embargo, en 1930, fueron rescatadas y trasladadas a su ubicación actual, en la calle Rábida, cerca de los Jardines de San Telmo.
Hoy en día, aunque para muchos puedan pasar desapercibidas en su recorrido diario, estas columnas son mucho más que un simple elemento decorativo del paisaje urbano. Al conocer su origen y su recorrido a lo largo de los siglos, se puede apreciar el peso de la historia que cargan sobre sí. Cada grieta en la piedra, cada desgaste causado por el viento y la lluvia es testimonio de su larga vida y de los momentos históricos que han presenciado.
Un símbolo de la Sevilla eterna
Las columnas de la calle Rábida, en su imponente quietud, nos recuerdan que Sevilla es una ciudad que respira historia. No solo a través de sus grandes monumentos o sus conocidas plazas, sino también a través de detalles menos evidentes, como estas columnas que se alzan discretamente en medio de la modernidad. Simbolizan la Sevilla eterna, una ciudad que ha sido moldeada por la influencia de diferentes culturas y civilizaciones, que ha sido testigo del auge y caída de imperios, de transformaciones religiosas, y que, sin embargo, sigue manteniendo vivo su espíritu antiguo.
Al detenernos a contemplar estas columnas, podemos conectar con esa Sevilla milenaria, esa ciudad que ha sido testigo de tantas historias, y comprender que, en el fondo, la capital hispalense sigue latiendo con la misma fuerza de antaño. En cada rincón, en cada vestigio de piedra, está la memoria de una ciudad que nunca ha dejado de ser grande, y que, a través de estos símbolos arquitectónicos, nos invita a redescubrir su inmenso legado histórico.