La Mantilla: una tradición con 300 años de historia

La Semana Santa trae consigo algunas de las costumbres más populares de nuestra ciudad. Entre ellas se encuentra la mantilla, una tradición con siglos de historia que aún repetimos cada Semana Santa en Sevilla. La mantilla es una vestimenta típica del Jueves Santo. Sin embargo, también es correcto vestirla el Viernes Santo o el Domingo de Resurrección, aunque cada vez es menos común. Estos días, las mantillas inundarán las calles de nuestra ciudad de bordados y peinas.

Su curioso origen

El origen de este peculiar atuendo no está del todo claro. Se dice que apareció por primera vez en la Península Ibérica y en sus inicios se utilizaba para protegerse del frío. Con el paso del tiempo, la prenda fue adquiriendo un carácter más ornamental y los tejidos también fueron cambiando. Se pasó de un tejido grueso a un tejido de encaje más liviano. Durante el siglo XVII y XVIII la nobleza española empezó a incluirlo en su armario y la mantilla comenzó a asociarse con un símbolo de distinción.

No obstante, el uso diario de la mantilla fue entrando en declive durante el siglo XIX y XX, debido a la llegada de otras tendencias extranjeras. En nuestros días, su uso se ha restringido prácticamente a las bodas, las corridas de toros y, efectivamente, a la Semana Santa. En esta celebración podemos encontrar dos grandes grupos de mantillas: las negras, propias del Jueves Santo y del Viernes Santo, representando luto por el señor crucificado; y las blancas, utilizadas durante el Domingo de Resurrección, como símbolo de la pureza y la alegría del triunfo de Jesús sobre la muerte.

El proceso de vestir a una mujer de mantilla puede ser laborioso. Lo primero es asegurarse de tener el pelo recogido en un moño bajo, colocar un par de peinecillos sobre el moño y fijar la peineta de forma que quede bien centrada. A continuación, se coloca la mantilla sobre la peineta y se utilizan horquillas para fijarlas en su lugar. Posteriormente se realizan entre tres y cinco pliegues para recogerlos en un broche que finaliza el proceso.

 

Una costumbre que se preserva aún hoy

La larga evolución que ha tenido esta vestimenta ha permitido la aparición de una gran diversidad de mantillas y peinetas. Podemos destacar la diferencia entre las mantillas de blonda, más pesadas y con un bordado mucho más tupido; y las mantillas de chantilly con un bordado más transparente. También las peinetas pueden diferir en su construcción: más claras, más oscuras, más redondeadas o más altas. Lo que es innegable es que todas las mantillas son una pieza de arte fruto de nuestra tradición centenaria. 

En la actualidad, varias iniciativas han surgido para preservar esta costumbre. Entre las más relevantes podemos destacar el “Sí mantilla”, un evento que reúne en Sevilla a diseñadores de moda para repensar este atuendo y llevarlo a su máxima expresión artística. Se suele organizar unos días antes del comienzo de las Semana Santa. Esta iniciativa no solo busca preservar su legado, sino también redefinir su papel en el mundo contemporáneo, demostrando que, más allá de ser una pieza de vestir, la mantilla es un testamento vivo de nuestra identidad cultural y artística.